En un rincón sombrío de la psique humana, se libra una batalla constante contra la culpabilidad, una lucha que se manifiesta en la polarización de las acciones para contrarrestar el trauma. Paradójicamente, este intento de liberarse del peso de la culpa a menudo resulta en la generación de más trauma y remordimiento. La única variación reside en la elección personal de por qué se experimenta la culpabilidad, pero el principio subyacente persiste inmutable.
“En el tejido de los arquetipos humanos, germinados a partir de la culpa, surge un sueño distorsionado. Estos arquetipos son encarnados por individuos ambiciosos, atraídos hacia un grupo científico comprometido en un experimento que mezcla la seducción de la innovación científica con la ambición económica. La esencia de estos seres se encuentra en su búsqueda desesperada por poner fin al dolor, escapar del sufrimiento y convertirse en engranajes del sistema, sin poder impulsor pero sí guiados.
Estos arquetipos, vestidos con sonrisas vanidosas y arrogancia, adoptan formas físicas transformadas: músculos prominentes, tatuajes tribales, peinados atrevidos y piercings. Se despojan de la fragilidad del cuerpo para abrazar la fuerza y desafiar a los dioses, convirtiéndose en colosos que dejan atrás la carne blanda.
En un escenario surrealista, todos estos individuos ingresan a una sala cilíndrica y profunda, atravesando una rampa en espiral que los lleva por un viaje a través de las torturas de la historia. Desde máquinas de martirio medievales hasta métodos de tortura modernos, la humanidad exhibe su odio y temor a la fragilidad a lo largo del tiempo. Todo acto de dolor, una respuesta al dolor previo; una manera de olvidar, castigar y redimirse.
La sala, al final de su recorrido, se transforma en una exhibición de descubrimientos científicos, diseñados para experimentar con los límites del cuerpo humano. La culminación del horror se revela cuando los individuos son informados de que serán sometidos a una máquina que cambiará sus vidas: un regenerador de tejidos orgánicos potente. Este dispositivo inyectará el regenerador, someterá sus cuerpos a todas las torturas presenciadas y, en un evento traumático, desencadenará la regeneración que transformará sus cuerpos en bombas de sangre, garantizando la redención y el ascenso a la divinidad.
Aterrorizados ante el abismo de barbaridades, claman por ser liberados. La máquina, sin embargo, les ofrece una extraña redención al convertir el ritual del castigo en una ascensión hacia lo divino. Por primera vez, masacrar el propio ser se convierte en el camino hacia la impiedad, un acto de redención que otorga cuerpos intocables, eternamente marcados por el color del cemento. La paradoja se revela: la redención emerge de la misma fuente del dolor y la culpa.”